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Felipe Rea
martes, 17 de febrero de 2015
sábado, 31 de enero de 2015
martes, 25 de noviembre de 2014
domingo, 23 de noviembre de 2014
Eje 4_act 2 lectura Mas alla hay dragones
Más
allá hay dragones
En una de las
secuencias más entrañables de la película “Memorias de África”, la protagonista
Karen Blixen, interpretada por Meryl Streep dice: “Cuando los descubridores del
pasado llegaban al límite del mundo conocido y tenían miedo a seguir escribían:
Más allá hay dragones!” Cuando otros exploradores más osados se adentraban en
esas tierras o en esos mares, nunca encontraron dragones, sino lugares
fascinantes y seres desconocidos. Curso propedéutico para el aprendizaje
autogestivo en un ambiente virtual
En la
historia de la ciencia pasa algo parecido: muchos pensadores, filósofos y
científicos han necesitado imaginar que existen entidades, que no siendo
visibles ni detectables, son necesarias para mantener la estabilidad del cosmos
o para explicar las observaciones o los experimentos del momento.
En cada época
el mundo se ha visto de un modo. A esto se le llama cosmogonía. Las culturas
más ancestrales tenían sus propios mitos, pero casi todos ellos postulaban la
existencia de algo o alguien que estaría encargado de separar el cielo de la
Tierra. Para los antiguos egipcios, el dios Shu (el aire), mantenía a la diosa
Nut (el cielo) por encima de Geb (la Tierra). En el Génesis, fue el propio
Creador quien puso cada cosa en su sitio al primer intento, separando el cielo
de la tierra, las aguas de los continentes, la luz de la oscuridad. En la
mitología griega Atlas fue condenado por Zeus a sostener los pilares de los
cielos. Pero los propios griegos intentaron dar explicaciones más racionales
del cosmos. Habían observado que, al mirar el cielo nocturno, las estrellas
parecían pegadas a una gran esfera que daba una vuelta en un día. En realidad, es
la Tierra la que, al girar en su movimiento de rotación sobre su eje en 24h,
nos produce la impresión de que las estrellas salen por el lado este del
horizonte para ocultarse por el oeste. Pero los griegos también observaron
astros que se movían entre las estrellas fijas. Los llamaron planetas, que en
griego significa “vagabundos”. Sin la ayuda del telescopio solo se ven cinco
planetas: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Los otros dos vagabundos
eran la Luna y el Sol. En total 7. Es por esta razón que el 7 es un número tan
especial. Hay 7 días de la semana, de hecho en muchos idiomas se les llama con
los nombres de los planetas: lunes por la Luna, martes por Marte, miércoles por
Mercurio, etc. Hay 7 notas musicales, hay 7 colores en el Arco Iris (eso fue
una decisión de Newton al hacer pasar la luz blanca por un prisma).
Para explicar
los movimientos de los 7 planetas, Aristóteles, discípulo de Platón y maestro
de Alejandro Magno, imaginó un sistema de esferas concéntricas, cada una ellas
arrastraría un planeta y en la última estarían fijas las estrellas. Las esferas
serían transparentes o cristalinas y estarían hechas, como los astros, de un
elemento celestial que llamó quintaesencia (los cuatro elementos terrestres
eran la tierra, el aire, el agua y el fuego). Los cielos serían inmutables,
perfectos, inmaculados. Los movimientos serían uniformes, circulares,
eternos…La existencia de estas esferas no se puso en duda ni siquiera cuando
una nueva concepción del mundo postulada por Nicolás Copérnico en el siglo XVI
colocó al Sol y no a la Tierra en el centro de su sistema del mundo.
Pero en 1577,
en Europa se observó un Gran Cometa. Desplegó una enorme cola que fue visible
durante un par de meses. El astrónomo danés Tycho Brahe lo estudió con detalle.
Al analizar
el movimiento del cometa, Tycho comprendió que debería atravesar las esferas
cristalinas, concluyendo que tales esferas, como entidades sólidas, no debían
estar en el cielo. A partir de entonces, dejó de creerse en su existencia.
No solo en
astronomía se han postulado entidades cuya existencia más tarde se ha probado
falsa. Cuando empezaron a circular los primeros microscopios parecía natural
intentar observar células humanas. Unas de las células mejor diferenciadas y
fáciles de obtener son los espermatozoides. A finales del s. XVII muchos filósofos
de la naturaleza estaban convencidos de observar un hombrecito completamente
formado al mirar un espermatozoide por el microscopio. Lo llamaron “homúnculo”
del latín humunculus que podríamos traducir por “hombrecito”. Mentes más
abiertas y microscopios de mejor calidad mostraron que tal maniquí humano no existía
en el esperma. Así avanza la ciencia. Lo explica muy bien el filósofo austriaco
del siglo XX Karl Popper: Las teorías se pueden plantear, a veces inspiradas
por hechos o por apariencias (o por lo que se espera ver), pero finalmente necesitan
de los experimentos y de las observaciones para ser validadas o refutadas. Hizo
falta inversión en ciencia, en este caso mejorar la calidad los microscopios
ópticos, para afirmar con rotundidad la falsedad del homúnculo.
En ocasiones,
aquello que se postula, aquello que los científicos imaginan como necesario
para formular una teoría finalmente se encuentra y estos son momentos estelares
de la ciencia. Predecir y confirmar es siempre más alentador que postular y
rechazar. Hay una frase que nos encanta decir, no solo a los científicos, a
todo el mundo: “¡Ya te lo decía yo!” El descubrimiento de Neptuno fue así. Ya
hemos hablado de que en la antigüedad se conocían solo 5 planetas, con la
Tierra serían 6. El séptimo, Urano, los descubrió, un poco por casualidad
William Herschel, un astrónomo alemán que vivía en Inglaterra. Al estudiar este
nuevo planeta, los astrónomos de la época se percataron de que su órbita
presentaba unas anomalías que no se esperaban. Dos de ellos, Urbain Le Verrier,
francés y John Couch Adams, inglés, concluyeron, utilizando las leyes de
Newton, que esa anomalía se debía al tirón gravitatorio que produciría otro
planeta más alejado. Calcularon incluso dónde observarlo y, allí, un astrónomo
del Observatorio de Berlín, Johann Galle, que tenía el telescopio adecuado
(¡siempre son los alemanes los que salen al rescate!), descubrió a Neptuno en
1846. Muchos factores contribuyeron al descubrimiento: estaban las
observaciones de las anomalías en Urano, las mentes agudas de Le Verrier y Adams,
su imaginación, las matemáticas necesarias para hacer el cálculo, y la tecnología.
También es verdad que la casualidad ayudó. Solo hacía un par de años que Urano
había adelantado a Neptuno girando ambos alrededor del Sol. Esta proximidad es
la que hacía apreciable las anomalías en la órbita de Urano. Si ambos hubieran
estado en lados opuestos del Sol, nadie habría notado nada y el descubrimiento
habría tenido que esperar.
Un ejemplo
más reciente de un momento estelar para la ciencia ha sido el descubrimiento
del bosón de Higgs hace un año aproximadamente. Hace casi 50 años, diferentes
físicos entre los que se encontraba el británico Peter Higgs, postularon la
existencia de un campo, que se ha llamado campo de Higgs, que permearía el
espacio y dotaría efectivamente de masa a las partículas elementales que la
tienen, diferenciándolas de las que no la tienen y viajan a la velocidad de la
luz, como el fotón.
El mayor
laboratorio de física de partículas del mundo, el CERN anunció, en julio de
2012, que dos colaboraciones internacionales de miles de físicos (entre los que
se encuentran muchos españoles) habían descubierto un bosón, que podría ser la
partícula mediadora del campo de Higgs. Era un descubrimiento de gran
importancia para la Física. Sin el bosón de Higgs, ninguna partícula tendría
masa, no habría átomos, ni moléculas, ni planetas, ni estrellas, y obviamente
tampoco seres vivos. La imaginación y las ideas de Higgs y otros colegas han
mantenido activos a muchos científicos por mucho tiempo. Finalmente parece que se
ha encontrado lo que se buscaba. Estaba claro que se ha descubierto un campo
nuevo de fuerzas, pero los físicos del CERN fueron muy cautos. Podíamos resumir
la situación diciendo que el fenómeno observado en los detectores del LHC ara
algo nuevo desconocido y compatible con el bosón de Higgs. Las colaboraciones
ATLAS y CMS del LHC siguieron analizando los datos, en particular las
propiedades cuánticas de la nueva partícula y todo sigue apuntando a que la
partícula encontrada es el bosón de Higgs. Pero hay todavía muchas preguntas
sin respuesta. La reactivación del LHC en 2015, después de una parada técnica, proporcionará
colisiones de energías nunca alcanzadas hasta la fecha en un acelerador. Seguro
que estos choques majestuosos de protones aportarán novedades sobre el presunto
bosón de Higgs. Queda por saber cómo interacciona con otras partículas, si lo
hace de forma proporcional a su masa al cuadrado, su huella dactilar quedará
definitivamente registrada como Higgs. El LHC podría aportar también nueva luz
sobre otros problemas abiertos en física y cosmología: la propia composición
del universo.
Hace más de
80 años que en cosmología se habla de materia oscura. La estabilidad de los
cúmulos de galaxias y de las propias galaxias no se puede explicar con la
física que conocemos y aceptamos como válida sin recurrir a la idea de un
universo dominado por el lado oscuro. El astrónomo de origen suizo, pero
afincado en California, Fritz Zwicky intentó, en los años treinta, determinar
la masa de los cúmulos de galaxias y llegó a la conclusión de que, dadas las
velocidades a las que se desplazan las galaxias en su seno (como las abejas en
un enjambre), la única forma de explicar que el cúmulo no se disgregara en el
espacio era que existiera una gran cantidad de materia no visible, que lo
mantuviera ligado por efecto gravitatorio. Postuló, por primera vez, la
existencia de materia oscura. Su contribución a la masa total del cúmulo sería
muy superior a la suma de la masa de las galaxias que lo componen.
Recientemente otro componente todavía más misterioso parece necesario para
poder explicar las observaciones más espectaculares que nos llegan del universo
lejano. Estrellas que explotaron en forma de supernova hace miles de millones
de años nos indican que el universo está
expandiéndose aceleradamente.
Esa
aceleración la produciría un componente extraño del universo que llamamos
energía oscura o también quintaesencia, reciclando el nombre que Aristóteles
acuñó para el material estelar. El 96% del universo sería oscuro, desconocido,
solo el 4 % estaría hecho del material ordinario que conocemos. Si queremos
saber de qué está hecho el universo hemos de seguir investigando y quizá algún
día en nuestros laboratorios, en los aceleradores de partículas como el LHC en
el CERN u observando con nuestros telescopios averiguaremos qué es la materia
oscura y diremos: ¡Eureka! o ¡Ya te lo decía yo!…y será un momento estelar para
la ciencia.
La
supersimetría, que extiende el modelo estándar, predice la existencia de partículas
con las propiedades que debería tener la materia oscura. El LHC no las ha
descubierto todavía, pues seguramente han escapado de sus límites de detección,
pero cuando el LHC se reactive con mucha más energía podría dar con ellas o, al
menos, sus colisiones podrían llevarnos a inferir la existencia de candidatos a
materia oscura. Muchos físicos en todo el mundo trabajan para ello. El éxito
llegará, pero también podría ocurrir que algún día descubramos que no existe
tal entidad, porque una idea mejor o una evidencia nueva explican las
observaciones cosmológicas más adecuadamente, sin necesidad de recurrir a la
materia y la energía oscuras. Habrán sido bellas ideas que marchitarán con el
tiempo. Bellas ideas como lo fueron las esferas cristalinas de Aristóteles.
Y aquí viene
bien recordar el consejo del poeta inglés del s. XVIII, Alexander Pope, cuando
decía “No seas el primero en probar las cosas nuevas, ni el último en dejar a
un lado lo viejo”.
La mente
abierta y con la inversión adecuada, seguiremos explorando, seguiremos
imaginando, seguiremos descubriendo, sin aferrase a ideas preconcebidas, sin
temer a los dragones que podamos encontrar más allá, con paciencia pero con
pasión, con ambición pero dejándose ayudar. Decía Heráclito “quien no espera no
encontrará lo inesperado”. Esa es la actitud.
Fuente:
Trimble, V.
& Martínez V. J. (2013). Más allá de los dragones. En: Conec, divulgación
& investigación.
Recuperado el
27 de mayo de 2014, de http://www.conec.es/2013/11/mas-all%C3%A1-hay-dragones/
CONCLUSION.
Lo que nos indica la lectura es que las personas de otras
épocas e incluso en nuestros tiempos
muchas personas creen solo las cosa que se dice la mayoría sin indagar más allá
de lo que se cuenta. Por lo cual no se avanzaba en conocimientos, ya que le
temían a lo desconocido, por ello se basaban a lo cotidiano y lo desconocido
era mal visto.
Por ello es recomendable siempre ver más allá de nuestro
ambiente, investigar, analizar la información que se nos dé, y también
comprobar y experimentar para concluir en la verdad de los temas, siempre
debemos tener un objetivo claro de las cosas que hacemos y convivimos, y de
estos experimentos tomar experiencia y descartar lo que no tiene fundamentos.
¿La estructura del
documento es la adecuada? Si ya que es muy concreta a lo que demuestra y
deja claro la mentalidad de lo que debemos hacer ante las situaciones.
¿Alcanza sus
objetivos? Si ya que es claro los objetivos que se deben alcanzar ante los temas.
¿Cómo lo hace/hizo?
Nos invita a indagar más en los temas que se nos muestran e investigar los
temas a fondo y de ser posible buscar más información de los temas para poder
entablar fundamentos y experiencia
miércoles, 19 de noviembre de 2014
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